Defensa del ferrocarril del Valle del Urola (y II)

Sobre las razones económicas o únicas verdaderas que supuestamente aconsejan el desmantelamiento del ferrocarril, lo que se presenta como «ventaja económica» no es otra cosa que lo más pobre y más barato, pues se dice que un servicio de autobuses sería más barato que la mejora del ferrocarril. Pero lo cierto es que el coste de una de las posibilidades de mejora del ferrocarril, esto es, subsanar el total abandono que ha sufrido desde su nacimiento, es inferior, por ejemplo, al de la variante para Azcoitia con lo cual la verdad de las razones económicas, o su mentira, se revela como la definitiva sumisión del transporte en ferrocarril al automóvil, es decir, a la conversión del viajero en chófer y mecánico, y al placer semanal de saberse libre del número estipulado de muertos en carretera.

Se ha dado también a conocer que la supresión del ferrocarril traerá consigo unos beneficios, que no son, claro está, beneficios a secas, sino «complementarios», es decir, compensatorios de la anunciada fechoría. Así, se nos informa de los insospechados goces con que piensan premiar a los habitantes del valle del Urola, en forma, sobre todo, de bonitos parques —tan fácilmente convertibles por lo demás en parkings de automóviles— con el descubrimiento de que donde antes había una cosa, quitándola, puede ponerse otra distinta. Pero lo que ocurre es que hasta el más necio se da cuenta de que el truco de los «beneficios complementarios» puede ser aplicado a todo y, de hecho, se ha aplicado brillantemente y se sigue aplicando, por ejemplo, poniendo modernos basureros donde había prado y río; y podría seguirse aplicando pongo por caso, a los numerosos conventos y monasterios con que cuenta la villa de Azpeitia, cosa que no va a suceder —y no voy a ser yo quien lo lamente—, por razones que no son precisamente «económicas y de modernidad». Me permito recordarles a los señores tecnopompos del Gobierno de Nueva Euzkadi que el tipo de razones que han llevado a la constitución del aparato y cargos en los que están ustedes instalados tampoco tiene nada que ver con las «serias» razones, sino más bien con esos «sentimientos respetables» y «valores históricos» por los que —proclaman ustedes— nadie debe dejarse llevar, y que son, precisamente, las que manejan ustedes o sus amos para responder, no sin razón, a la acusación de «privilegio» por parte de la autonomía murciana o extremeña.

Termino diciendo, para los confiados corazones de aquéllos que se resisten a concebir siquiera que la Administración de Nueva Euzkadi pueda cometer en el valle del Urola tal acto de atraso y barbarie —que ellos al parecer tienen ya evaluado en términos de «costo político»—, que por muy inconcebible que sea toda muerte, la de un tren o la de cualquier otra cosa, sigue sin embargo, el Estado firmando diariamente actas de defunción.